Por Leonaldo Reyes
Madrid,España El Proyecto 941, conocido por la OTAN como la Clase Typhoon, representa un hito sin precedentes en la ingeniería naval y la disuasión nuclear. Nacidos en el apogeo de la Guerra Fría en la Unión Soviética, estos sumergibles de misiles balísticos de propulsión nuclear (SSBN) fueron diseñados como una respuesta directa a la clase Ohio de Estados Unidos, buscando asegurar una capacidad de segundo ataque devastadora y convirtiéndose en el submarino más grande jamás construido en el mundo.

Diseño y Dimensiones Monstruosas
Con una eslora de aproximadamente 175 metros y un desplazamiento sumergido de 48.000 toneladas, el Typhoon empequeñece a cualquier otro submarino. Su tamaño descomunal se debe a un diseño único de multicasco, que incorpora dos cascos de presión principales paralelos hechos de titanio, encapsulados por un tercer «casco ligero» exterior y un recubrimiento anecoico de goma que reduce su firma acústica, a pesar de su volumen.
La Potencia de la Propulsión Nuclear
Para mover semejante masa, el Typhoon utiliza dos reactores nucleares de agua a presión OK-650, que alimentan dos turbinas de vapor y dos hélices. Esta configuración le otorgaba una potencia formidable que le permitía alcanzar hasta 27 nudos (aproximadamente 50 km/h) en inmersión, una velocidad notable considerando su magnitud, además de una autonomía teórica ilimitada por el combustible nuclear.
Armamento Estratégico: Los Misiles R-39
Su armamento principal era lo que realmente definía su propósito estratégico: la capacidad de portar 20 misiles balísticos intercontinentales (SLBM) R-39 Rif (SS-N-20 Sturgeon según la OTAN). Cada misil R-39, alojado entre los dos cascos de presión, estaba equipado con diez ojivas nucleares de reentrada múltiple (MIRV), confiriéndole un poder de destrucción sin igual capaz de aniquilar objetivos a miles de kilómetros de distancia.
Innovaciones en Supervivencia y Habitabilidad
El diseño de doble casco no solo proporcionaba redundancia crítica y mayor resistencia a los daños, sino que también permitía un espacio interior inusualmente amplio para un submarino militar. Se incluyeron comodidades como una piscina cubierta, un gimnasio y una sauna, destinadas a mejorar la moral y la calidad de vida de la tripulación durante sus prolongadas misiones sumergidas, que podían durar hasta 120 días.
El Inicio de una Leyenda
El primer submarino de la clase, el TK-208 (Dmitriy Donskoy), fue botado en 1981, marcando el inicio de una serie de seis unidades que fueron la punta de lanza de la Flota del Norte soviética. Su sola existencia infundió una profunda preocupación en Occidente, cimentando su leyenda como el «Tiburón» (el nombre ruso, Akula) de las profundidades.
El Impacto Cultural y Cinematográfico
La inmensa escala y el secretismo que rodeaba al Typhoon lo catapultaron a la cultura popular. Se convirtió en la base de la famosa novela y película de 1990, «La Caza del Octubre Rojo», donde se exploraba la premisa de un Typhoon con un sistema de propulsión silencioso y revolucionario, lo que solidificó su imagen como un arma de sigilo y terror.
Declive Post-Soviético y Desafíos de Mantenimiento
Tras el colapso de la Unión Soviética, el alto coste operativo y la necesidad de reemplazar sus obsoletos misiles R-39 llevaron al desmantelamiento de la mayoría de la flota Typhoon. Los desafíos económicos y técnicos para mantener operativos a estos gigantes se hicieron insostenibles para la Federación Rusa.
El Último de su Estirpe: El Dmitriy Donskoy
Durante años, el TK-208 Dmitriy Donskoy sirvió como el último representante activo de la clase, siendo reacondicionado bajo el Proyecto 941UM para actuar como plataforma de pruebas para los nuevos misiles balísticos Bulava (diseñados para la clase sucesora, la Borei). Este rol extendió su servicio hasta febrero de 2023, cuando fue finalmente dado de baja.
Legado y Clausura de una Era
El desmantelamiento del Dmitriy Donskoy marca el fin oficial de la era de los submarinos de la clase Typhoon. Estos leviatanes de la Guerra Fría dejan un legado como el epítome de la disuasión estratégica, una asombrosa proeza de la ingeniería naval que, aunque ya no navega en misión, perdurará como un símbolo inigualable del poderío nuclear soviético-ruso.