Por Leonaldo Reyes
La Paradoja de la Elección: Cuando la Víctima Elige a su Verdugo
En la esfera política y social, existe una oscura ironía que desafía la lógica: la tendencia de ciertos grupos a apoyar las estructuras o líderes que, en última instancia, socavan sus propios intereses. Esta paradoja no es nueva, pero su manifestación en la política moderna resuena con una crudeza particular. La imagen es inquietante, pero profundamente ilustrativa: si los cerdos pudieran votar, elegirían al carnicero.
Esta frase, a menudo atribuida a George Orwell, encapsula la ceguera voluntaria o la desesperanza que lleva a la víctima a abrazar a su opresor. Los «cerdos», en esta analogía, representan a ciudadanos que, motivados por promesas vacías, miedo, o una visión de corto plazo, entregan su poder a aquellos que operarán en contra de su bienestar a largo plazo, a menudo bajo la apariencia de seguridad o prosperidad.
El carnicero, por su parte, no se presenta con un cuchillo en mano. Se viste con traje, habla de eficiencia y orden, y promete que la «granja» será más productiva. Su discurso es seductor: promete resolver los problemas creados por la propia estructura que él representa o, de manera más perversa, promete una «gran tajada» del festín, aunque esa tajada sea, irónicamente, su propia carne.
La clave de este fenómeno reside en la manipulación de las necesidades básicas y los miedos. El carnicero entiende la psique de los cerdos: temen la incertidumbre, ansían un suministro constante de pienso y desean la ilusión de un orden. Un líder que promete firmeza y una jerarquía clara se vuelve más atractivo que uno que ofrece la libertad y la autogestión, que requieren esfuerzo y riesgo.
La lección histórica abunda en ejemplos. Movimientos que surgieron con promesas de revitalización nacional o purga de enemigos internos fueron apoyados con fervor por amplios sectores populares que terminaron siendo víctimas colaterales de la misma maquinaria de poder. La gente votó por soluciones extremas, buscando un refugio rápido de problemas complejos, solo para encontrarse atrapados en una jaula de su propia elección.
El problema se agrava con la desinformación. El carnicero financia su propio medio de comunicación, que convence a los cerdos de que el verdadero enemigo son los patos o las gallinas, o de que la libertad de correr por el campo es una amenaza para la estabilidad del corral. La realidad se distorsiona hasta el punto de que la guillotina se percibe como una herramienta de justicia, no como un instrumento de ejecución.
En el contexto actual, esta analogía se aplica a la elección de políticas económicas y sociales. Los votantes pueden apoyar fervientemente la desregulación o los recortes a servicios sociales, creyendo que la riqueza prometida «se filtrará» hacia ellos, solo para descubrir que las únicas cosas que fluyen son las ganancias hacia la élite y la miseria hacia las bases. Votan por el desmantelamiento de sus propios protectores sociales.
El voto al carnicero es, en esencia, un voto contra uno mismo, impulsado por una combinación tóxica de esperanza ingenua y desesperación. Es el resultado de una sociedad donde la educación crítica es débil y la memoria histórica es corta. Los electores se enfocan en la gratificación inmediata o en la retórica tribal, ignorando el destino final que les espera en el matadero.
Para romper el ciclo, la conciencia es la única herramienta. Los «cerdos» necesitan entender la anatomía del cuchillo y la hoja de balance del carnicero. Requiere un esfuerzo colectivo para mirar más allá del pienso fácil y confrontar la dura realidad de las estructuras de poder. De lo contrario, la historia se repetirá con cada ciclo electoral, reafirmando que si los cerdos pudieran votar, elegirían al carnicero.
La tragedia de esta elección reside en su inevitabilidad aparente. La frase no es solo una crítica a la política, sino un lamento sobre la condición humana, una advertencia de que la pasividad o la ingenuidad son, en sí mismas, formas de colaboración con el destino final. Solo la vigilancia constante y el entendimiento profundo de los propios intereses pueden liberar a la manada de su fatal elección.
